domingo, 24 de junio de 2012

Retrato de mujer - Gonzalo Rojas

 

Siempre estará la noche, mujer, para mirarte cara a cara,
sola en tu espejo, libre de marido, desnuda
en la exacta y terrible realidad del gran vértigo
que te destruye. Siempre vas a tener tu noche y tu cuchillo,
y el frívolo teléfono para escuchar mi adiós de un solo tajo.


Te juré no escribirte. Por eso estoy llamándote en el aire
para decirte nada, como dice el vacío: nada, nada,
sino lo mismo y siempre lo mismo de lo mismo
que nunca me oyes, eso que no me entiendes nunca,
aunque las venas te arden de eso que estoy diciendo.


Ponte el vestido rojo que le viene a tu boca y a tu sangre,
y quémame en el último cigarrillo del miedo
al gran amor, y vete descalza por el aire que viniste
con la herida visible de tu belleza. Lástima
de la que llora y llora en la tormenta.


No te me mueras. Voy a pintarte tu rostro en un relámpago
tal como eres: dos ojos para ver lo visible y lo invisible,
una nariz arcángel y una boca animal, y una sonrisa
que me perdona, y algo sagrado y sin edad que vuela de tu frente,
mujer, y me estremece, porque tu rostro es rostro del Espíritu.


Vienes y vas, y adoras al mar que te arrebata con su espuma,
y te quedas inmóvil, oyendo que te llamo en el abismo
de la noche, y me besas lo mismo que una ola.
Enigma fuiste. Enigma serás. No volarás
conmigo. Aquí, mujer, te dejo tu figura.





domingo, 27 de mayo de 2012

Amor - Vladímir Mayakovski


 
 

Tal vez,
                quizá,
                             alguna vez,
por el camino de una alameda del zoológico,
entrará también ella.
Ella,
           ella también amaba a los animales,
y sonriendo llegará,
                                          así como está,
                                                                       en la foto de la mesa.
Ella es tan hermosa,
a ella con seguridad la resucitarán.
Vuestro siglo XXX
                                     vencerá,
al corazón destrozado por las pequeñeces.
Ahora,
               trataremos de terminar,
todo lo que no hemos podido amar en la vida,
en innumerables noches estrelladas.
¡Resucitádme,
                              aunque más no sea,
                                                                      porque soy poeta,
y esperaba el futuro,
luchando contra las mezquindades de la vida cotidiana!
¡Resucitádme,
                            aunque más no sea por eso!
¡Resucitádme!
                              Quiero acabar de vivir lo mío,
                                                                                            mi vida
para que no exista un amor sirviente,
ni matrimonios, sucios,
                                                concuspiscentes,
Maldiciendo la cama,
                                            dejando el sofá,
alzaré por el mundo,
                                          un amor universal.
Para que un día,
                                 que el dolor degrada,
cambie,
y no implorar más,
                                       mendigando,
y al primer llamado de:
                                                ¡Camarada!
se dé vuelta toda la tierra.
Para no vivir,
sacrificándose por una casa, por un agujero.
Para que la familia,
                                       desde hoy,
                                                              cambie,
el padre,
                 sea por lo menos el Universo,
y la madre
                      sea por lo menos la Tierra.

 
 
 
 
 

Vladímir Mayakovski

 

Si no conocías el poema, quizás la canción que hicieron con el si. Escucha la versión de Caetano Veloso interpretada por Gal Costa:

domingo, 15 de abril de 2012

Los Sonetos de la Muerte - Gabriela Mistral


I


Del nicho helado en que los hombres te pusieron,
te bajaré a la tierra humilde y soleada.
Que he de dormirme en ella los hombres no supieron,
y que hemos de soñar sobre la misma almohada.


Te acostaré en la tierra soleada con una
dulcedumbre de madre para el hijo dormido,
y la tierra ha de hacerse suavidades de cuna
al recibir tu cuerpo de niño dolorido.
Luego iré espolvoreando tierra y polvo de rosas,
y en la azulada y leve polvareda de luna,
los despojos livianos irán quedando presos.
Me alejaré cantando mis venganzas hermosas,
¡porque a ese hondor recóndito la mano de ninguna
bajará a disputarme tu puñado de huesos!




II


Este largo cansancio se hará mayor un día,
y el alma dirá al cuerpo que no quiere seguir
arrastrando su masa por la rosada vía,
por donde van los hombres, contentos de vivir...
Sentirás que a tu lado cavan briosamente,
que otra dormida llega a la quieta ciudad.
Esperaré que me hayan cubierto totalmente...
¡y después hablaremos por una eternidad!
Sólo entonces sabrás el por qué no madura
para las hondas huesas tu carne todavía,
tuviste que bajar, sin fatiga, a dormir.
Se hará luz en la zona de los sinos, oscura;
sabrás que en nuestra alianza signo de astros había
y, roto el pacto enorme, tenías que morir...




III


Malas manos tomaron tu vida desde el día
en que, a una señal de astros, dejara su plantel
nevado de azucenas. En gozo florecía.
Malas manos entraron trágicamente en él...
Y yo dije al Señor: -"Por las sendas mortales
le llevan. ¡Sombra amada que no saben guiar!
¡Arráncalo, Señor, a esas manos fatales
o le hundes en el largo sueño que sabes dar!
¡No le puedo gritar, no le puedo seguir!
Su barca empuja un negro viento de tempestad.
Retórnalo a mis brazos o le siegas en flor"
Se detuvo la barca rosa de su vivir...
¿Que no sé del amor, que no tuve piedad?
¡Tú, que vas a juzgarme, lo comprendes, Señor!